Una multitud bailó del mediodía hasta la noche en el debut de Lollapalooza
En paralelo, Cage the Elephant y Jake Bugg dividían al público que corría de un lado a otro para lograr su mejor ubicación en los distintos escenarios. En el alternativo, las seguidoras del joven inglés Bugg aullaban como si fuera un ídolo teen; es que el cantante, una suerte de pequeño Bob Dylan para los menos entendidos, sacó credenciales de promesa con el filo de su voz y ese sonido folkie de su guitarra con sólo 19 años. En el otro extremo, los Cage the Elephant les ponían distorsión y saturación a sus voces y guitarras, y llamaban la atención de los aficionados más rockeros. La adrenalina de la banda empatizó con los cánticos futboleros que le dedicó el público al grupo. "Olé olé olá. Vamos, loco", terminó vociferando el carismático vocalista.
Mientras seguía llegando gente al predio sin parar, las carpas de circo que alojaban los puestos gastronómicos ya lucían casi abarrotadas mediando la tarde. La gente que no estaba viendo alguno de los conciertos circulaba por los puestos de peluquería que tuneaban a los visitantes que así lo quisieran con cortes para la ocasión; se anotaba en la carpa de voluntarios para participar de la recolección de objetos reciclables o simplemente se dedicaba a hacer sus propias selfies, dejando una postal de la primera jornada.
Apenas entrada la tarde, ya se calculaba que eran más de 40.000 personas las que cubrían el gigante predio de San Isidro, y las remeras de Arcade Fire, la gran banda que se esperaba al cierre, se empezaban a multiplicar por miles.
Tanto Julian Casablancas como Imagine Dragons saben cómo entregar un show para festivales. Primero, Casablancas, el líder de la banda neoyorquina The Strokes, pareció desorientado con su comienzo distorsionado, pero enseguida disparó una serie de hits de su cosecha para calentar el clima y lanzó unas pelotas inflables de grandes dimensiones para darle un aire lúdico y psicodélico a la tarde.
Mientras, Daniel Hendler y su hijo disfrutaban de la zona recreativa del Lollapalooza en un ambiente en el que flotaban burbujas de colores y los chicos se divertían saltando por los aires. Los grandes también, sobre todo cuando apareció Imagine Dragons y sin perder tiempo la banda se metió al público en el bolsillo al grito de "¡Argentina!" al ritmo de un groove bailable que recordaba a los Talking Heads y a sus contemporáneos de Arcade Fire. A esas alturas una verdadera marea humana se movía orgánicamente de un lado a otro, otros bailaban en su lugar y algunos hasta disfrutaban tirados en el piso como si estuvieran en un gran picnic musical. "¿Se sienten libres?" "Sí", le respondía el público al frontman de Imagine Dragons.
Pero había mucho más, ya que el line up no daba descanso en ninguno de los escenarios, en una suerte de gran maratón musical, pocas veces vista en nuestro país. Así, había que elegir entre los franceses de Phoenix, la intensidad habitual de la banda de Trent Reznor, Nine Inch Nails, o los manchesterianos de New Order, antes de que llegara la frutilla de la noche, Arcade Fire, el grupo que aterrizó por primera vez en Buenos Aires, en su mejor momento..
No hay comentarios:
Publicar un comentario