Enlace y reseña de la nota publicada en La Nación
Verano 2014: el arte ya no cierra por vacaciones
El lobo marino de Marta Minujin y la Moria gigante de Edgardo Giménez capturaron un nuevo público, del mismo modo que el edificio diseñado por el estudio Monoblock ya es parte del paisaje de una ciudad donde el arte ocupa su lugar. Queda como asignatura pendiente la adquisición de la colección permanente que es la razón de ser de un museo, algo que sabe muy bien Jorge Telerman, impulsor del MAR.
Un calor infernal, lluvias torrenciales y la cotización del dólar marcaron un verano diferente con dos tópicos excluyentes en cualquier conversación callejera: la inflación y el clima.
Sin embargo, pocos han detectado que la gran estrella del verano ha sido la ciudad, invadida por una ola de turismo que llega con un circuito en mente: Malba, Proa, Cementerio de la Recoleta, Museo de Bellas Artes, Cronopios, Puerto Madero, San Telmo, todos los Palermos, la calle Corrientes y un bife.
De sombrero, bermudas y zapatillas, los nuevos exploradores urbanos no paran de sacar fotos de los edificios palaciegos, de los árboles que plantó Thays y de las esculturas de los parques; después de todo, el patrimonio es uno de los imanes más potentes para quienes nos visitan. Ingleses, franceses, norteamericanos, muchos brasileños y mucha gente del interior alteran con su presencia la postal veraniega de la ciudad vacía.
El verano ya tampoco es lo que era en los museos, que mantienen su agenda al tope. Hasta el 23 puede visitarse en Proa la inquietante y atractiva muestra del australiano Ron Mueck. Esas figuras hiperrealistas a las que sólo les falta hablar convocaron a más de 120.000 personas en el vecindario de Caminito.
Si se mantiene el ritmo, la cifra puede superar la lograda por la Fundación Cartier de París, de donde viene la exposición, sin olvidar que la Ciudad Luz es el destino más elegido del planeta.
El jueves último, en el Mamba, quedó inaugurada la retrospectiva de Sebastián Gordín, un creador de mundos cerrados y perfectos; un fabricante de ilusiones, Premio Braque y Petrobras, cuya obra despierta el interés de los museos del mundo y del coleccionismo local.
La cultura y el arte siguen siendo la mejor moneda de intercambio y de diálogo, como lo demostraron el embajador Jean Michel Casa y el ministro Hernán Lombardi al visitar la Aeroflora II "aparcada" en Avenida de Mayo el fin de semana que pasó.
Una intrépida máquina voladora, heredera del globo imaginado por Julio Verne para dar vuelta al mundo en 80 días. No en vano los franceses de la agrupación bautizada La machine proceden de Nantes, la ciudad donde nació el profeta Verne.
La tripulación de la Aeroflora II asegura haber volado sobre el Atlántico y cruzado la cordillera de los Andes impulsada por la energía de 2000 especies de plantas.
¿Ficción o realidad? Poco importa. Esa tripulación de mamelucos vintage -todos actores de pura cepa- conquistó el corazón de la audiencia reunida bajo un aguacero sin tregua. Nadie se quería ir.
La oferta cultural se completa con nuevas galerías como Miranda Bosch, que abrió en Montevideo y Quintana con los maravillosos papeles vegetales de Manuel Amestoy y Barro, el espacio regenteado por Nahuel Ortiz Vidal, y socios en el nuevo "Chelsea porteño", que es el barrio que rodea la Usina de las Artes, el edificio, ex Ítalo, con su perfil de palazzo florentino.
Motivo de admiración es la instalación de Liliana Porter que se exhibe en el primer piso del Malba.
Una de las grandes atracciones del verano porteño, tal vez por esa obsesión narrativa y por el detalle que define la obra de Porter, argentina radicada en Nueva York, que obliga al espectador a sostener en el tiempo la contemplación de las pequeñas figuras, como si esas dramáticas historias de final abierto fueran parte de la vida misma.
La tendencia global indica que en el verano las ciudades no cierran por vacaciones, sino que fortalecen el perfil hedonista. Lindos lugares para sentarse a tomar sol y playas urbanas en el espacio público.
Julio en Nueva York son los conciertos nocturnos en el MoMA, escoltados por el Balzac de Rodin y las caminatas por los jardines del meatpacking district. En París, las playas "instaladas" en las márgenes del Sena, el Bois de Boulogne y la Place des Vosges, del Marais.
Los turistas que llegan a Buenos Aires gastan menos, caminan más y quieren conocer la ciudad, su arte y sus costumbres. Algunos la conocen tan bien que el viaje se transforma en arraigo y se quedan a vivir. Como los franceses de Cocu, Gorriti y Malabia, que tienen las mejores croissants de la ciudad y escuchan radio francesa por Internet a todo lo que da.
Contra reloj, Marcos Zimmermann prepara su primera retrospectiva que inaugura en Cronopios el 26, con curaduría de Oscar Pintor.
Las fotos enormes y bellísimas son un recorrido por 40 años de fotografía y por la identidad de los argentinos. La Patagonia, el Norte, la cercana Buenos Aires y la lejana Tokio en 200 fotografías de una sola mirada.
Marcos tomó las primeras fotos con sus ojos y sin cámara por la ventanilla del tren Rayo de Sol, a los 9 años, rumbo a Córdoba. Lo demás está narrado en la selección, merecida y necesaria retrospectiva..
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