de
Fue arrabal, fue bar, fue tango
Tres Esquinas, donde Barracas se funde con el Riachuelo, y tres historias que se unen.- Eduardo Parise
Tres Esquinas era el nombre de una estación del antiguo ferrocarril que, desde 1865, pasaba por aquella zona hacia la provincia. Venía desde Venezuela y Paseo Colón y después de las estaciones Casa Amarilla, La Boca, Barraca Peña, llegaba hasta Montes de Oca y Cruz, antes de cruzar rumbo a Quilmes y al puerto de Ensenada. Aquel recorrido existió hasta 1910, cuando ese ramal cambió por el Ferrocarril Sud con cabecera en Constitución. La estación fue demolida en junio de 1955.
En Tres Esquinas existía un bar con ese nombre, al que después bautizaron con una curiosa denominación: “Cabo Fels”. Era en homenaje a Pablo Teodoro Fels, un conscripto que, el 1 de diciembre de 1912 y sin autorización, realizó un cruce del Río de la Plata en avión. Tardó 2 horas y 20 minutos y fue toda una hazaña porque era el récord mundial de vuelo sobre agua. Y aunque lo sancionaron, después el presidente Roque Sáenz Peña lo indultó y lo ascendió a cabo.
En aquel rincón porteño, en 1914, se construyó un edificio que todavía se mantiene. En la planta baja había una cervecería (hoy se llama “Vieja Esquina”) donde empezaba a cantar un muchacho de la zona. Su nombre: José Angel Lomio. Era a mediados de la década del 20. Ese joven cantor, que también se presentaba en el bar de enfrente, después se hizo popular como Angel Vargas, “el ruiseñor de las calles porteñas”. Y uno de sus mayores éxitos fue justamente el tango “Tres esquinas” que, en 1941, compusieron los músicos Angel D’Agostino (también había comenzado en el café que da título al tango) y Alfredo Attadía, con versos de Cadícamo.
Aquel tango originalmente se titulaba “Pobre piba”. Pero Cadícamo le hizo la nueva letra y Vargas, con la orquesta de D’Agostino, lo grabó el 24 de julio de 1941 para el sello RCA Víctor. Evocaba a “ese barrio que toma mates bajo la sombra que da el parral” y al lugar “donde florecen como glicinas las lindas pibas de delantal” . Claro que el poeta no sólo recordaba que en ese barrio “y bajo el cielo de luna llena duermen las chatas del corralón” , sino que también le ponía el toque de lo que estaba llegando, al afirmar: “yo soy de un barrio que vive aparte en este siglo de Neo-Lux”.
Esa era la marca de unas luces de neón que el Centro mostraba como símbolo de lo moderno.
De aquel barrio de Tres Esquinas todavía perduran algunos edificios y galpones de la estación Barracas que la compañía de Tranvías Anglo Argentina tenía con entrada sobre Montes de Oca, además de las casonas con veredas altas para evitar las inundaciones. Los galpones hoy los usan empresas de ómnibus de larga distancia.
Lo que se perdió para siempre es el edificio del almacén y bar “La Luna” (estaba en Montes de Oca y Uspallata), un sitio que frecuentaban los “cuarteadores”, hombres que, a fines del siglo XIX y con caballos “percherones” (de gran porte), ayudaban a los tranvías a subir la barranca. También esos hombres, pero con caballos más livianos, se prendían en carreras cuadreras con largada en “La Banderita” hasta “Tres Esquinas”, una tradición que venía de los tiempos de la Calle Larga, como llamaban a la actual Montes de Oca, antes de que fuera la calle de Santa Lucía. Pero esa es otra historia.
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