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Tan verdes como cercanas
En Tierra Chaná hay seis habitaciones, un símil de pulpería antigua que oficia de comedor, una piscina y la casa de los dueños, todo de refinado estilo colonial criollo con galerías en el frente. El parque junto a la piscina tiene hermosos tinajones, un living natural debajo de una cina cina y postes con lámparas antiguas, todo sutilmente combinado por el diseño de un paisajista.
En total el complejo mide 11,5 hectáreas y tiene un tupido monte arbolado con un arroyito. Los huéspedes lo cruzan por un sendero a la sombra de acacias, paraísos, higuerillas y hiedras. Y frente al bosque hay un lago artificial sembrado de peces.
Tanto en los cuartos como en la pulpería hay mobiliario antiguo y elementos decorativos comprados en chatarrerías de demolición: espaldares de un convento salteño, bañeras realizadas con azulejos, lámparas galponeras y de estaciones de ferrocarril, rejas y coloridos vitrales.
A Tierra Chaná se va a descansar pero también hay actividades: jugar al ping pong, andar en bicicleta y salir a caballo para recorrer los campos de alrededor, incluyendo un exótico y discutible zoológico privado de un vecino –se lo ve desde afuera– que tiene ñandúes, carpinchos, llamas, guanacos, pavos reales y faisanes, además de un avión DC9 sin motor estacionado en el parque donde se simula un aeropuerto.
Algunos visitantes van a almorzar a Colonia Suiza y cenan en Tierra Chaná, donde los platos emblemáticos son pollo al disco, asado dominguero y pescados como la boga y el dorado a la parrilla.
Las Glicinas tiene plantaciones y ganado, pero funciona para el turismo de una manera muy singular. Su casco principal tiene tres grandes cuartos donde se pueden acomodar hasta nueve personas. Aunque vaya una pareja sola, se le entrega la casa con sus tres cuartos, así tiene la estancia completa. Para muchos la gracia está en ir en familia numerosa, ya que el precio en esos casos resulta muy económico (hay un solo baño).
Las instalaciones incluyen cocina, heladera, vajilla, microondas y quincho con parrilla. La modalidad es entonces que el huésped alquila la estancia y se prepara su propia comida instalando las mesas en el jardín. Hay una piscina de 25 metros y una cancha de fútbol dentro de un gran parque arbolado, que incluye el rebrote de una glicina que vivió 160 años.
Frente a un aljibe, Moya cuenta una impresionante historia familiar: “Cuando se creó la estancia, cierto día vino desde el otro lado del río un grupo de indios charrúas que eran bastante violentos. Los antepasados de mi esposa, al verlos venir, escondieron a su bebé de cinco meses dentro de este aljibe, atado al balde, como prevención de lo que pudiera ocurrir. Finalmente los indios dieron unas vueltas y partieron sin atacar”.
Las comidas pueden ser en el comedor o en una mesa al aire libre colocada a pedido del huésped, donde más le guste. Para ello están las cuatro hectáreas de parques y bosques arbolados de Isla Escondida. Hay quienes comen sobre un muellecito solitario viendo el agua fluir al alcance de la mano; otros eligen almorzar bajo un nogal o una casuarina, y están los que van a la sombra de las palmeras o las araucarias junto a la piscina. En la noche, los jardines se alumbran con antorchas.
Un lugar muy valorado en el jardín es un camastro marroquí de madera labrada con piso, paredes y lonas de gasa transparente cubriendo techos y ventanas. En total hay nueve cuartos, repartidos entre la casona principal y dos cabañas. Una es la cabaña flotante con cama matrimonial, que está semioculta entre la vegetación selvática del otro lado del arroyo –se cruza en canoa– y bordeada por tambores también flotantes que la elevan cuando sube el nivel del río. La otra es la cabaña tailandesa, que tiene dos cuartos, un balconcito y decoración con tallas budistas.
Entre los servicios del spa están los masajes, desde uno en los pies directamente en la cama a la hora del desayuno hasta otros con piedras calientes o un simple descontracturante de media hora. En el spa hay sauna seco, jacuzzi, clases de yoga los domingos, sesiones de masaje y sala de relax.
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