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NUEVOS BARES NOTABLES
CON LATIDO BARRIAL
Ubicado en una zona tranquila de Caballito, El Viejo Buzón carece del glamour de otros bares notables. No apuesta al turista, sino que es parte funcional de un barrio, con vecinos habitués y alumnos que lo visitan en salida escolar. Allí funciona también una radio (Radio Conectividad) y se organizan shows con músicos que a su vez suelen ser clientes (pasando del rock al tango sin remordimientos).
Abrió en 1987, de la mano de Felipe “Toto” Evangelista y su hermano. Y, en 2002, tras sobrevivir a la gran crisis argentina, reabrió sus puertas, remodelado y con ansias renovadas. En la puerta, delante de mesas y sillas con sombrilla, ideales para una cerveza en las noches veraniegas, un antiguo buzón de correo rojo brillante da la bienvenida. El salón es ecléctico: sillas y mesas de caño, parlantes en el techo, piso en damero y grandes ventanales contrastan con paredes repletas de una parafernalia de objetos innumerables. Toto fue en los años ’90 presidente del club Ferro, y así abundan los banderines, palos de hockey autografiados, trofeos. También chaquetas y sombreros de murga, cuadros pintados por vecinos, fotos del bar, entre más cosas.
Los platos más pedidos incluyen empanadas de carne cortada a cuchillo ($ 13), costillitas de cerdo a la riojana (con papas españolas, dos huevos fritos y abundante panceta a $ 87), milanesa napolitana con guarnición ($ 86) y más opciones.
Para un visitante foráneo, El Viejo Buzón tal vez no llame la atención. Porque su vida se nutre de energía barrial. Y ahí, sí, se hace notable.
EL IMPERIO CONTRAATACA
Elegido por huéspedes, pero también por políticos y locales en búsqueda de un reparo, el lugar ofrece desayuno continental para la mañana (medialunas o tostadas, manteca y mermelada, jugo de naranja e infusiones a $ 120) y five o’clock tea para la tarde. Este té incluye una generosa combinación de dulces y salados, entre ellos scones que se deshacen en la boca, tostadas con queso crema y dulce de leche, sándwich de salmón ahumado y mixtos de miga, pasta frola y alfajor de chocolate, entre otros. Suma una tetera suficiente para tres tazas, un vaso grande de jugo de naranja y una copa de espumante, todo por $ 195, valor muy razonable al compartirlo entre dos. También hay pizzas ($ 105 la Margarita), finger foods (rabas a $ 110), sándwiches ($ 120 el de jamón crudo, brie, rúcula y batatas fritas) y tortas, además de una propuesta de coctelería clásica a precios no tan convenientes ($ 148 el cóctel).
Con bajo perfil y lujo posible, el Bar Imperio espera a la vuelta del Congreso.
CAFE, VINOS Y ALGO MAS
Creado en la década de 1930, tres generaciones más tarde sigue en manos de la misma familia, con Federico Thibon al frente y su hija Adela ayudándolo ocasionalmente. El lugar nació como almacén, especializado en la venta de café tostado in situ, y muy pronto sumó una amplia variedad de vinos y licores.
En el año 2000, Café Thibon debió renovarse para sobrevivir, ofreciendo desde entonces un servicio de bar y cafetería, con unas pocas mesas individuales en la parte del frente y otras más al fondo. Pero el espíritu —y la esencia del negocio— se mantuvo intacto. Allí están los vinos, los licores y whiskies. Allí está el piso de damero en blanco y negro, las sillas thonet tapizadas, unas preciosas estanterías de madera vidriadas donde se exhiben las botellas y, en el sector de la barra, la cafetera y el molinillo, ambos de la casi centenaria marca local Brunet.
No importa qué suceda puertas afuera, en una zona agobiante, repleta de comercios, peatones apurados y estudios de abogacía: el Café Thibon mantiene dentro de sus paredes la parsimonia de otros tiempos. Incluso tiene su propio aroma, provocado por esa mezcla de café molido y muebles antiguos pero muy bien conservados.
Desde la mañana temprano se acercan clientes, en su mayoría habitués, que aprovechan el amplio surtido de diarios y revistas para beber un espresso o elegir un almuerzo liviano, compuesto de tartas y una mesa de vegetales a modo de humilde salad bar. Muchos otros pasan por unos minutos, para comprar un vino para la cena o café recién tostado para el desayuno (Santos a $ 57,50, Colombia Excelso o Costa Rica a $ 70, entre otros). Para unos y otros, Thibon sigue allí, atravesando generaciones.
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