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Ahicito nomás
Pasados 235 años, el viejo fuerte es una ciudad de 40.000 habitantes con un casco histórico construido en torno de la fundacional Plaza Independencia. Todos los sábados y domingos, en dos horarios, un servicio guiado gratuito de la Secretaría de Turismo acompaña el paseo por la parte vieja de la ciudad. La Casa del Casco es una de las casas más conocidas, una construcción típicamente colonial, de fachada blanca sobre dos pisos, situada frente a la plaza y con un historia singular. Se cuenta que fue construida en 1831, dos años después de que un malón se llevara a uno de los 16 hijos de Vicente Casco y su esposa Francisca: así el hombre, uno de los que acompañó el levantamiento de los Libres del Sur (que tuvo episodios clave también en la cercana Dolores), decidió levantar una casa diferente de las otras de su tiempo, con dos pisos y una escalera desmontable que impediría a cualquier extraño subir o bajar. La suerte, sin embargo, volvió a serle esquiva, porque Casco fue juzgado y fusilado en 1840 por traición a la patria. Con el tiempo su casa –por donde pasaron muchas personalidades, y que por un tiempo fue escenario también de la filmación de Camila, la película de María Luisa Bemberg– pasó a la municipalidad local, que allí estableció la sede del Archivo Histórico de Chascomús.
Siempre en el casco histórico están la Catedral, de 1832, coronada por dos torres blancas, y el Teatro Brazzola, que data de principios del siglo XX pero se convirtió en espacio cultural a mediados de los años ‘60. En una esquina de la plaza hay también una casa que es alto obligado de todo recién llegado, porque allí vivió el ex presidente Raúl Alfonsín, oriundo de Chascomús y siempre vinculado a su ciudad natal. La casa, que continúa el estilo colonial propio de estas calles, está en la esquina de Mitre y Cramer, frente al Concejo Deliberante local, precisamente donde comenzó Alfonsín su carrera política.
A pocas cuadras hay otro lugar curioso, que no hay que dejar de visitar durante el paseo por Chascomús: se trata de la Capilla de los Negros, fundada (no donde está ahora sino en el antiguo Barrio del Tambor, cerca del casco histórico) por la comunidad africana local, establecida en estas pampas el siglo XVIII. Sencilla pero expresiva, la capillita tiene techo de zinc, piso de barro cocido y una decoración que combina San Cayetano con el Gauchito Gil, pasando por San Martín –el prócer, no el santo– e iconos de la comunidad negra.
Antes o después, el complejo La Botica invita a probar los platos de El viejo Vizcacha o a visitar La Usina Cultura de la planta alta, donde se organizan actividades artísticas, exposiciones y obras de teatro. Y quien quiera llevarse un recuerdo único bien podría hacerlo en la galería de arte Viejas costumbres, que organiza muestras de artistas locales y completa la vida cultural local.
En la laguna se pueden alquilar botes –en esta temporada el pejerrey convoca e invita a desafiar el frío– o bien tomar un paseo de una hora en el barco Elisa Madre, que parte del espigón municipal. Para los más experimentados en eso de unir navegación y viento, hay competencias de vela y kitesurf que aprovechan a fondo las posibilidades de las 3000 hectáreas de la laguna. Recientemente se inauguraron dos nuevos paradores sobre la laguna, que incluyen servicio de cafetería y actividades recreativas (una de ellas es la sucursal del conocido Minotauro que da sobre la Ruta 2).
Además, Chascomús está en proceso de recuperación de un edificio emblemático, el Castillo de la Amistad, situado sobre la circunvalación de la laguna y con una larga y curiosa historia que arranca en 1946. Ese año un grupo de amigos decidió establecer el “Reino de la Amistad”, al mando de Manuel I, Rey de Copas, significativo nombre sobre las intenciones del grupo. Con el tiempo varias de las “autoridades” del Reino –donde “estaba prohibido tomar leche”– impulsaron la construcción del castillo, con su torre y almenas como Edad Media manda. La idea es que el complejo se complete con cabañas en estilo medieval, servicios de bar y restaurante, y la conexión del castillo directamente con la laguna. Un motivo más para no dejar pasar más tiempo y volver a darse una vuelta por el lugar, combinando historia, descanso y deportes “ahicito nomás”.
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