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de
infobae.com
domingo 28 de diciembre 2014
Forman parte de la historia argentina y fueron escenario de
diversos hechos culturales. Por sus mesas pasaron personalidades como
Jorge Luis Borges y Carlos Gardel, entre otros. Infobae recorrió algunos de los más emblemáticos, donde la tradición y el aroma a café nunca se apagan
Generalmente en distintas ciudades del mundo un bar
suele ser un punto de encuentro muy habitual, pero en Argentina, el
sentimiento de ir a tomar un "cafecito" es mucho más fuerte por el
significado que tienen estos lugares, siendo protagonistas de todo tipo
de historias.
Son la salida obligada de aquellos que
visitan por primera vez Buenos Aires, pero también un ritual placentero
de quienes viven en ella. En total son 84 los cafés y bares porteños considerados "notables".
Se los llama así porque gracias a su arquitectura, antigüedad, y
relevancia histórica forman parte oficial del patrimonio cultural de la
Ciudad.
Estos lugares legendarios han sobrevivido al
avance de las cadenas de confitarías sobre los lugares más
tradicionales. Algunos de los bares que Infobae muestra en esta
recorrida fueron cerrados y reabiertos como es el caso de la Confitería
las Violetas y Los Angelitos. Otros, como el Café Tortoni, siempre
mantuvieron abiertas sus puertas resistiendo al paso del tiempo. Por
todo ello, son una huella imborrable en la historia de nuestro país.
Esto devela algo muy importante: el espíritu de recuperar y conservar
'lo nuestro'.
No se puede dejar de lado las personalidades del ámbito de la cultura, el deporte y de la política que visitaban esas mesas. Carlos Gardel, Roberto Goyeneche, Alfonsina Storni, Jorge Luis Borges, Tita Merello,
fueron tan sólo algunos de los que formaron parte de la fisonomía de
estos bares, en dónde quedarán plasmadas sus historias por siempre.
Confiterías Las Violetas
Fue
creada en 1884 en Almagro, más precisamente en la esquina de Medrano y
Rivadavia. Su arquitectura al mejor estilo francés era digna de admirar.
Poseía suntuosas arañas, mesas de mármol y vitrales que aún se
conservan luego de una minuciosa restauración. Alrededor de ella los
comercios poco a poco fueron surgiendo y copando el lugar para así
conformar el actual barrio tal y como se lo conoce.
Según
recuerda Luciano Correa, uno de sus mozos, por esa época predominaban
las casas quinta de grandes jardines con plantas de violetas, razón por
la cual la confitería adquirió su nombre.
El lugar
cuenta con grandes anécdotas. Por ejemplo se decía que muchas de las
mujeres que iban jamás conseguían novio por estar abocadas a su trabajo
como maestras. Entre los personajes más destacados que por allí
desfilaron está la escritora Alfonsina Storni que siempre pedía té
mientras leía o escribía.
Las Violetas al igual que
muchos bares porteños fue cerrada luego de que su dueño huyera a España.
Posteriormente una cooperativa de empleados intentó mantenerla pero no
fue posible. Estuvo abandonada por un tiempo, pero 1998, fue nombrada
área de protección histórica de la Ciudad de Buenos Aires y luego,
gracias al esfuerzo de un grupo de gastronómicos, recuperada. Las
tortas, los sándwiches de pavita, sus facturas y confituras son aquellas
cosas que no deben dejar de probarse.
Café de Los Angelitos
El
café
fue inaugurado en 1890 por el italiano Batista Fazio bajo el nombre de
Bar Rivadavia en el barrio de Balvanera. El lugar inicialmente funcionó
con instalaciones precarias y piso de tierra. Rápidamente fue mejorando
su aspecto y se convirtió en uno de los centros de payada más
importantes. Tiempo después, en 1920, el español Carlos Salgueiro compró
el local.
Jorge Tejada, gerente comercial del "Café los
Angelitos" cuenta que el nombre fue producto de una frase irónica del
comisario de Balvanera que vigilaba el bar, el cual era frecuentado por
compadritos y malandras . Cuando se le informaba que allí había
disturbios, decía: "Vamos para el café, a ver en qué andan los
angelitos", por eso, dejó de llamarse Bar Rivadavia, para adoptar el
nombre con el que actualmente se lo conoce.
En la época
dorada del tango, Carlos Gardel, era habitué del lugar. Junto al
cantante y compositor uruguayo José Razzano siempre ocupaban la misma
mesa a la cual concurrían junto a todos sus amigos. También se dice que
allí el "zorzal criollo" firmó su primer contrato con el director del
sello Odeón, para grabar su primer disco
En 1992, luego
de más de 100 años de existencia y de varias crisis económicas sus
dueños decidieron cerrarlo. El sitio fue abandonado y comenzó a
deteriorarse poco a poco, situación que llevó a ordenar su demolición.
En 2006 fue reconstruido y en 2007 reinaugurado.
La comida del lugar tiene una gran variedad en su menú, pero el puchero es uno de los platos más pedidos.
Café Tortoni
Ángel
Sosa, mozo de "Café Tortoni", explica que de los orígenes del lugar se
sabe muy poco: "Se dice que un inmigrante francés de apellido Touan
decidió inaugurarlo a fines de 1858, siendo la más antigua de todas las
cafeterías del país. También se dice que el nombre procede del célebre
Café Tortoni de París, lugar donde se reunía toda la
cultura parisina del siglo XIX". A fines del 1900, el lugar fue comprado por un empresario francés llamado Celestino Curutchet.
Al
bar ubicado en Avenida de Mayo concurrían pintores, escritores,
periodistas y músicos que formaban la Agrupación de Gente de Artes y
Letras, liderada por Benito Quinquela Martin. En 1926 forman La Peña y
por ese motivo le piden autorización a Curutchet para que les permita
utilizar la bodega ubicada en el subsuelo. De inmediato acepta ya que
esos artistas a pesar de "gastar poco" le daban fama al café. Además de
ser un lugar de reflexión de ese grupo también se realizaban conciertos y
espectáculos musicales.
Al final del edificio
funcionaba una peluquería, llamada actualmente salón "César tiempo".
Allí uno podía pedirse un café y luego esperar a que lo atiendan o
viceversa. Lo interesante es que aquella barbería funciona actualmente
como una especie de pequeño museo para que los visitantes puedan conocer
un poco más de la historia del Tortoni. Por eso, conserva la
arquitectura original, una biblioteca y muchos de los elementos, como
sillones y espejos, que se utilizaban en aquella época.
En
cuanto a la gastronomía, el paladar podrá ser testigo de los famosos
churros que se degustan junto a un chocolate caliente. De hecho cuando
Hillary Clinton pasó por allí no quiso dejar de probarlo, situación
repetida por muchos turistas.