Miércoles 17 de septiembre de 2014 | 12:19
En
semanas no volverá a abrir sus puertas; de allí se llevaron películas
Emir Kusturica, Florencia Kirchner y hasta el profesor Jirafales entre
otros; qué pasó y por qué termina un lugar único para la cultura
argentina
Felipe
toma café en un bar de San Telmo donde los coquetos muros ostentan
fotos de visitantes famosos. Las mira y piensa... "Si nosotros
hiciéramos lo mismo, no nos alcanzarían las paredes". Es que por los 120
metros cuadrados de su local pasaron innumerables celebridades.
Actores, directores, referentes políticos. Entre todos hicieron de la
Videoteca Liberarte
un espacio cultural único en el mundo. Un "club de cinéfilos"
reconocido al rededor del planeta que, sin embargo y como tantos otros,
no soportó los cambios del mercado.
Cerrará sus puertas. El
histórico videoclub de la Avenida Corrientes 1555, creado por el
Partido Comunista a fines de los '80, dejará de funcionar en breve y su
destino, por ahora, es incierto. Durante más de 25 años el lugar se
convirtió en un anecdotario de socios-personajes ligados a la cultura.
Desde Emir Kusturica hasta Lucrecia Martel, pasando por China Zorrilla, Pipo Mancera, Florencia Kirchner y hasta el profesor Jirafales. Sí: el profesor Jirafales.
Video: Liberarte, un mundo de anécdotas
Desde
su creación hasta hoy, la videoteca cuenta con unos 30.000 socios.
Entre ellos artistas y cinéficos de culto, pero también estudiantes,
investigadores, periodistas y miles de curiosos. "Muchos vienen en busca
de directores clásicos, pero la nuestra es una colección de cine
universal. Está todo. A la gente le da vergüenza pedir "Rescatando al
soldado Ryan", ¡pero la tenemos!", cuenta entre risas Felipe Bonacina,
uno de los responsables del lugar, que hace unos 16 años tomó el lugar
de Diego, su padre, uno de los fundadores del lugar, fallecido en 1998.
Un sinfín de anécdotas
Ya
al frente de la videoteca, Felipe, que además es periodista y músico,
viajó a París y fue a visitar uno de los locales más famosos de Europa.
Frente a los jardines de Luxemburgo, "Vidéosphère"
tiene una colección envidiable. "¿Así que usted es de Buenos Aires?",
curioseó el dueño. "Es la ciudad más cinéfila del mundo y tiene un
videoclub todavía más completo que el nuestro. Está cerca del Obelisco".
Felipe no atinó a contar quién era. En ese momento cruzó la puerta Agnès Varda y el lugar se paralizó.
En
la videoteca de Liberarte hubo y pasó de todo. "Cuando la gente se
empezó a enterar del cierre, todos dijeron lo mismo. Que van a extrañar,
más allá de las películas, el lugar físico", cuenta nostálgico Felipe,
quien recibió a LA NACION en medio de cajas repletas de títulos y
anaqueles semivacíos. Habla del "Titanic a vela" en el que se convirtió
el lugar. Una estructura invaluable, pero pesada, difícil de llevar
adelante.
Cierra la videoteca de Liberarte, un emblema cultural de la ciudad. Foto: LA NACION / Guadalupe Aizaga
Foto 1 de 11
"Yo
he leído muchísimo sobre teorías y críticas de cine, pero a mí no me
interesa eso. A mí me interesa el brazo largo que tiene el cine. Que es
la capacidad para reunir gente, experiencias", reflexiona. Una de esas
experiencias la compartieron hace poco con la hija de un socio. El
hombre había ido a charlar y a conseguir películas, pero de vuelta a
casa sufrió un ataque al corazón y murió. La joven fue a Liberarte días
más tarde. Pidió disculpas por la demora para devolver los DVDs y le
pidió al encargado que le cuente cómo habían sido los últimos minutos de
su padre, quien seguramente había conversado sobre algún viejo
director.
Como aquel hombre, miles de socios, celebridades y no,
pasaban a menudo por las góndolas repletas del la videoteca Liberarte.
Desde Charly García, que llegaba desordenaba como un niño y se iba,
hasta el legendario Héctor Olivera, director de "La Patagonia rebelde",
que llegó un día a pedir prestadas películas suyas... que no tenía.
El
viraje digital de la industria del cine atentó contra el modelo de esta
videoteca, que dejará de existir tal como se conoció hasta hoy, entre
otras cosas, porque el alquiler del local es demasiado costoso. Sus
dueños lo entienden y no se quejan. Saben que han dejado un enorme
legado y apuestan a que ese "Titanic a vela" vuelva a flote en otras
manos. Se trata de más de 15.000 títulos. 30.000 horas de cine. Unos
1250 días de películas que esperan seguir siendo vistas..
No hay comentarios:
Publicar un comentario